Comparto el artículo de mi
amigo y compañero Juan Antonio Carreras Espallardo, tema de actualidad sobre el
Acoso Escolar o Bullying
Sergio
Bruno se levantó esa mañana
con la convicción de hacer lo que hace ya mucho tiempo tenía que haber hecho.
Nada más levantarse se dio una ducha rápida y se sirvió el desayuno, como de
costumbre, café con leche bien caliente y un par de tostadas al punto con
aceite y sal.
La noche anterior no pudo
pegar ojo, cientos de miedos le rondaban la cabeza, pero sabía que tenía que
actuar antes de que fuera demasiado tarde, se sentía un mierda por no haber
hecho nada antes, por haber silenciado y apartado la vista cuando eso no era lo
correcto, pero tenía miedo por perder su trabajo, por ser agredido, por
sentirse señalado.
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Sergio no tenía fuerzas para
levantarse, para comenzar otro jodido día, cada noche deseaba cerrar los ojos y
no volver a abrirlos nunca más, deseaba que su calvario terminase pronto.
Siempre había obtenido muy buenas calificaciones, pero en este último curso
varios aprobados por los pelos y algunos suspensos. Sus padres no daban crédito
y eran incapaces de darse cuenta de la realidad, castigaban al pobre Sergio
continuamente por esas malas notas.
Esa mañana le dolía la
cabeza más que ningún otro día, la tarde anterior llegó a casa con la camiseta
rajada. Le dijo a su madre que se había caído al tropezar con un bordillo, una
de las tantas mentiras que Sergio se auto infringía a diario.
La noche anterior tampoco
pudo dormir, se despertaba atemorizado y sudoroso. Ya no quería ir al colegio
solo, siempre insistía en que su madre lo llevase y lo recogiese, le
atemorizaba volver solo, las calles se le hacían interminables y llenas de
miedos. Sus padres nunca se dieron cuenta de todos estos detalles.
La gota que colmó el vaso
ocurrió hace dos semanas, en el bolso de mamá faltaban 10 euros, Sergio nunca
lo confesó, pero fue él quien los cogió.
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Jacobo era el más temido de
la clase, un niño regordete y más desarrollado que el resto, era el jefe de la
mini banda que completaban Leoncio, una raspuja revoltosa, un peso pluma, un
pillo como nadie y Leonor, una niña con características de machorra,
despreocupada y carente de sentimientos, su principal diversión era quemar
hormigas, estrangular gatos la de Leoncio y acobardar a los “débiles” la de
Jacobo, al que le importaba un bledo que las chicas no se sintieran atraídas
por él.
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Es difícil explicarle a unos
padres que su hijo es un malvivo, un acosador, un maltratador, un malnacido que
si no se coge a tiempo, que si no recibe la educación adecuada, se convertirá
en un delincuente, un machista maltratador, un maltratador de animales, un hijo
de puta con todas las letras. Es difícil.
Como difícil también es
explicarle a unos padres que su hijo está siendo maltratado, que está siendo
víctima de bullying, sí, víctima de un imperfecto sistema que no protege a sus
víctimas para evitar precisamente eso, que se conviertan en víctimas, es
difícil, principalmente porque lo van a negar, incapaces de reconocer que han
fallado como padres, que han fallado al detectar lo que estaba ocurriendo, es
difícil.
Pero esa mañana Bruno salió
de casa con la convicción de hacer lo correcto, era el director del colegio,
tenía que activar el protocolo, era su obligación y responsabilidad como
director, no son cosas que pasan entre niños. Por su cabeza rondaba la niña que
semanas antes se había quitado la vida, una niña que estaba sufriendo lo mismo
que Sergio. Esa mañana llamaría a los padres de ambos y se entrevistaría con
ellos para explicarle lo que estaba pasando, difícil papeleta para no resultar
salpicado por toda la mierda que desde ese mismo instante iba a recibir. Pero
había que hacerlo. Si era necesario proponer la expulsión de los maltratadotes
así se haría.
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Gracias a Bruno Sergio no
volvió a ser acosado jamás, pero para ello tuvo que pagar un precio muy caro,
tuvo que cambiar de colegio, ya que los acosadores siguieron en las mismas, sus
padres pusieron una denuncia contra el director por acusar a sus hijos de
maltratadores… sin pruebas… como si no fuesen suficientes pruebas todas las
vejaciones que Bruno había observado y callado durante meses, ese dolor
permanecería en su interior el resto de su vida.
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Veinte años después Sergio
era uno de los médicos más prestigiosos de este país, una mente brillante, un
diamante que a punto estuvo de no pulirse, en definitiva uno más de los cientos
de niños que sufren bullying en todo el mundo y que los adultos no somos
capaces siempre de detectar a tiempo.
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A los acosadores, como es
obvio, gente mediocre, acomplejada, unas mierdas embestidas de una falsa
autoridad, no les fue muy bien que digamos esos veinte años después. Ninguno de
los tres acabó la secundaria. Leonor preñó de Jacobo demasiado joven, eran
tiempos de boom inmobiliario y Leoncio vio una mina, una fortuna, en la rama de
la construcción, llegó a ganar millones durante unos años, se compró los
mejores coches sin mirar el precio, terminó denunciado por estafa, arruinado y
condenado a la droga y la bebida. Dejó a Leonor antes de que naciese su hijo y
esta fue de mano en mano sin oficio ni beneficio.
Jacobo siempre se sintió
atraído por los cuerpos policiales y militares, su padre lo enchufó en la
policía, era un hijo puta bueno, ni sus compañeros lo querían, sus continuas
bajas, sus salidas de tono con los ciudadanos y su afición por el polvo blanco
fueron un lastre durante años hasta que al final consiguieron jubilarlo.
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Una noche el destino quiso
que Jacobo y Leoncio cruzasen sus caminos en un club de la ciudad, borrachos
como cubas Jacobo se ofreció a llevar a su amigo del alma Leoncio a su casa… la
carretera quiso que el vehículo en el que viajaban chocase de frente contra un
árbol, Jacobo iba muy borracho. Esa noche, en el Hospital, el médico de guardia
era Sergio.
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Atención, tú que me estás
leyendo, me da lo mismo que seas el niño que sufre bullying, el acosador, el
profesor que ve y calla o los padres que no se percatan de lo que ocurre
delante de sus ojos, BASTA YA, nadie tiene derecho a someter a otra persona a
las vejaciones, coacciones, insultos y miedo que provocan unos mierdas. BASTA
YA, y si eres víctima ni se te pase por la cabeza hacer una locura, todo este
sufrimiento acaba cuando termina la adolescencia en el peor de los casos, hay
solución, cuenta tus problemas, grítalo al mundo. Y que tus compañeros no se
callen, que expresen el rechazo a lo que está pasando, que hablen, que se
opongan. A mí siempre me verás en el lado de los más débiles, de los anónimos.
BASTA YA.
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Escrito por Juan Antonio
Carreras Espallardo.
POR DIOS, COMPARTID, que llegue a todos los rincones del Planeta, que lo puedan leer acosados, acosadores, testigos, TODOS, COMPARTE.
POR DIOS, COMPARTID, que llegue a todos los rincones del Planeta, que lo puedan leer acosados, acosadores, testigos, TODOS, COMPARTE.
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